Patricia Coto, La poesía está cansada



EL DÍA TIENE SU PROPIO ALMANAQUE…

El día tiene su propio almanaque.
Día tras día, piensa (sueña)
con una fecha o con otra.
Hoy puede ser, por ejemplo, 8 de abril,
y mañana 28 de enero.
Hoy puede ser septiembre verde
o junio de pecho a tierra.
Día tras día, el cuerpo inventa su propio tiempo,
su pasión por el alba irrevocable
y camina a tientas de la sonrisa
hasta que la realidad, que bosteza
en el umbral de la cama,
nos guillotina con este otro filo
de los relojes y los péndulos.


LO PEOR ES TENER LAS PALABRAS SECAS…

Lo peor es tener las palabras secas,
desolladas, tendidas al sol,
en el patio más oculto de la casa.
Entonces, cuando las buscamos,
ya no podemos reconocer el pelaje de un sueño extinguido,
el aroma de una bandera que encendíamos.
Y no tenemos defensa posible,
ni siquiera una acusación honorable.
Simplemente las olvidamos,
las dejamos a un lado
mientras nos arrullaban el corazón y la piel tibia.
Simplemente, quisimos existir
sin pensar con la segunda alma,
aquélla que viaja en las palabras,
aquélla que ya no está en ninguna parte.


LA PLENITUD NO ES ESCRIBIR…

La plenitud no es escribir,
aunque, al término del poema,
una sonrisa pueble todo el cuerpo.
Después de la última palabra,
acaso del punto,
si es que aún hay signos,
queda un vacío que mendiga su lugar,
queda un vacío que se arrastra
desde a un pozo a quemarropa.
El vacío existe, aunque no sea nombrado;
es más, el vacío existe
porque las piezas del poema encajan perfectamente.
El vacío existe porque es la otra forma de escribir
que aún ignorábamos.


LA POESÍA ESTÁ CANSADA…

La poesía está cansada.
Condenada a escribir sobre los grandes temas,
a crear un lenguaje absolutamente nuevo y original,
hoy sólo desea el brazo de un hombre,
para avanzar a tientas por la realidad esquiva.
Hoy la poesía sólo quiere un cuerpo,
para vivir con los golpes de todos los hombres.


UNAS GOLONDRINAS HAN CONSTRUIDO SUS NIDOS…

Unas golondrinas han construido sus nidos
en una canaleta del techo.
Y el viento es azul sobre el óxido.
El viento es azul sobre un techo de harapos.
El viento es azul y es siempre y es todavía.

Mañana cerrarán por última vez
los portones de la fábrica.
Ya lo sabíamos.
Todo lo que cae es un grito.
Ya lo sabíamos
cuando las máquinas quedaban
como caparazones de animales extinguidos.
Ya lo sabíamos.
Primero, fueron los más jóvenes, los
recién llegados.
Después los viejos, los que ya no podían
dar nada.
Después, nosotros, todos.
Nadie a salvo. Nadie.
Nadie. Nada.


Ya lo sabíamos.
Y ahora que el tiempo afila sus manos,
sabemos que el día que vendrá
es apenas una golondrina,
casi ciega.


CADA HOMBRE TIENE SU OLOR…

Cada hombre tiene su olor,
no sólo el que viene del carro poblado de herramientas,
no sólo el del café aguado del amanecer
o el de su saliva amarga
frente al portón del taller.
Cada hombre tiene su olor, no sólo el de la novia emblemática
que lo esperó en los días incompletos,
no sólo el de la esposa
extinguida entre ropas viejas y tacones desmoronados.
Cada hombre tiene su olor,
aquél que respira el día por venir,
el día no escrito en calendarios,
el día ausente que aguarda
para dar un zarpazo a la esperanza. 


PAÍS

I

Entonces, las figuritas del Billiken.
Belgrano, que no terminaba nunca de morirse,
dando su reloj a su médico de cabecera.
No le quedaba ni el hambre de ese día
y en Buenos Aires, descuartizaban el poder,
como si fuera el último caballo del fin del mundo.
Pienso en voces enmascaradas,
en archivos cuidadosamente guardados,
en gobernantes con maquilladores,
publicistas, asesores de imagen.
Pienso en un país donde los antifaces se desgarran
sobre otros antifaces
y nos da pánico llegar hasta la piel y rasgarla
y abrir los músculos, los cartílagos,
las enramadas de nervios
y encontrar el humo feroz
de los que incendiaron el pasado,
de los que sembraron sal sobre la memoria,
de los otros nuestros
que irguieron un país de vidrio.

II

País donde degollaron los por qué.
País donde peinamos el amanecer
para que la realidad se mire en el espejo.
País pasajero, país de la tormenta
y del pan en la ventana.
País como un sorbo de agua,
que se escurre entre los sueños.

III

Un país. País paisaje. País de otros que
miran desde un avión, desde una
escalera de cristal.
País de abajo, de las raíces,
de la dormición de las voces.
País de los acordes futuros,
de una gran orquesta que avanza en el desierto,
que enciende una fiesta en la madrugada. 


TENTAR A LA LUZ

“… Una luz
que el sol no sabe…”
Pedro Salinas

I

Es terrible nacer
en un temporal de palomas.

Es más terrible aún
que florezca nuestro vuelo
en un amanecer de halcones.

Pero algo es más terrible todavía:
poseer la brisa de una paloma
pero haber anidado en la sed de los halcones.
Haber bebido plenamente su mirada.

II

Pero algo quizás sea más terrible:
saber que éste no sea el umbral,
que aún no ha llegado
la acechante vigilia del infierno,
su desbordado amor,
como el hambre de un terremoto,
su pasión,
en capullo de garras.

III

Pero algo es más terrible aún.
Que al regresar a tu casa,
no te reconozca el portal
y permanezca ciego a tu creciente.
Que tus padres te hayan engendrado
en otra madrugada
y el hijo vague en otro aire,
en otra sombra.
Que clames por tu piel,
por la fragua de tu voz,
y nadie,
           nadie,
sepa hallarte entre los despojos
que este horizonte inexpugnable ha dejado.


A VECES EL MUNDO

A Analía Balderraín

A veces el mundo
es más pequeño
que la casa de la infancia,
que la casa de sueños y harina,
que sus muros insobornables
de verdín y niebla.
A veces el mundo
es más pequeño
que un ladrillo de barro indiferente
en el desamparo del patio.
Es más pequeño
que una despojada peña
en la vena más ciega
del hombre.



Selección de textos: José María Pallaoro; de las antologías: “Relatos para morir con los ojos abiertos”, Los albañiles, 1997; “Poesía 36 autores”, La Comuna Ediciones, 1998; y de los libros: "Libro de navegación" (2003), "Libro del espejo ardiente" (1985) y "Libro del vigía" (1978).
Patricia Coto (La Plata, 17 de junio de 1954). Foto: Archivo de la talita dorada. 

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